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Premios Rockdelux RNE & la Medalla de Bellas Artes Diego A. Manrique y los «saboteadores» de Radio 3 Juan de Pablos: Trayectoria y estilo Radio 3 & Academia de la Música Ceremonia de los Premios de la Música 2010
Autor/ David Alcácer – Imagen/ RTVE.es, Academia de la Música
Radio 3 ha recibido varios premios en apenas unos días. En realidad, no dos sino tres distinciones de diversa trascendencia y origen pero que mantienen de actualidad a la cadena pública una vez que terminó 2009, el año en que celebró su trigésimo aniversario. El primero de los galardones al que nos referimos es el que otorga anualmente la revista Rockdelux y que ha recaído en numerosas ocasiones en programas de la cadena pública.
En esta última edición, el programa elegido como el mejor del año por sus lectores y lectoras –que son quienes votan- ha sido Siglo XXI. Una decisión indiscutible: A pesar de que la nueva parrilla diseñada por Lara López, directora de Radio 3, redujo a la mitad la duración del espacio y varió el horario con el que debutó allá por septiembre de 1996, Siglo XXI mantiene la calidad de sus contenidos y sus señas de identidad. Sin duda, el espacio de Tomás Fernando Flores -«éste es el programa de mis sueños«- merece un post propio.
No es el único caso: La categoría de Mejor programa de Radio de los Premios Pop-Eye 2010 está copado por siete programas de Radio 3, entre ellos Siglo XXI. En cuanto a los Rockdelux, el resto de premiados son igualmente predecibles: Joe Crepúsculo, Francisco Nixon, Nacho Vegas, Tarantino en cine,… Poco más puedo contar, a diferencia del solícito gabinete de comunicación de la Academia de la Música, Rockdelux no responde a las peticiones de información, al menos de un bloguero como servidor.
Radio 3, una medalla que se hacía esperar
La segunda distinción cegará de luz dorada a quienes aprecien este tipo de laureles. Se trata de la Medalla de Oro del Mérito de las Bellas Artes, concedida por el Ministerio de Cultura a quienes “destaquen en el campo de la creación artística y cultural o hayan prestado notorios servicios en el fomento, desarrollo o difusión del arte y la cultura”. Una definición a la que se ajusta perfectamente Radio 3. La nota del ministerio añade que “sus contenidos están centrados en la actualidad musical alejada de las listas de éxitos” y reconoce la labor de “programas temáticos de otras músicas que no tienen cabida en las radios comerciales”.
Pero no nos engañemos, lo extraño (e injusto) es que, con motivo del vigésimo o vigésimo-quinto aniversario de la cadena, no la tuviera todavía. ¿Por qué ha tardado tanto esta concesión? Si ojeamos el amplio listado de galardonados y galardonadas del utimo lustro encontramos músicos flamencos (Enrique Morente, Carmen Linares), cantantes del mainstream (Raphael, Ana Belén, Luz Casal, Miguel Bosé e, incluso Joaquín Sabina), algún nombre sorprendente pero indiscutible como Rosendo, músicos de amplia trayectoria (el jazzman Pedro Iturralde, el musicólogo Joaquín Díaz o los cantautores Paco Ibáñez, Pedro Iturralde o J. A. Labordeta).
Por supuesto, no sólo hay músicos entre los y las premiadas, también cocineros, modistos, artesanos, dibujantes de cómic, arquitectos, colectivos, festivales, empresarios del espectáculo, fundaciones propiedad de empresas privadas e, incluso, casi cada año se reserva una medalla -manchada de sangre en su caso- para uno de esos despreciables asesinos que llaman arte a martirizar a un toro.
En el caso que nos ocupa y en algún otro se da la circunstancia de que es una institución del Estado la que otorga una distinción a otra (en este caso, a la radio pública). La impresión es similar a la que provoca la concesión de un Premio Ondas a programas o profesionales del Grupo PRISA: Son merecidos pero resulta poco estético, es lo que tiene ser juicio y parte. Tampoco es la primera medalla a RTVE (hace unos años fue concedido al programa Versión Española) ni siquiera para RNE, pues en 2005 fue condecorada Radio Clásica (sí, la antigua Radio 2).
Y atención al agravio comparativo, a Radio Clásica le fue concedida la Medalla de Oro del Mérito en las Bellas Artes cuando contaba con veinticuatro años (su nacimiento data de 1981). Radio 3 ha tenido que esperar a cumplir algunos más y la recibirá el mismo año que Joaquín Cortés, Rosa Mª Sardá, Julio Iglesias (apóstol del conformismo musical), Tricicle o, el más afín al espíritu de Radio 3, Kiko Veneno.
Entre las reacciones a la medalla me quedo con dos, la de la directora de la cadena pública, que aseguró que se trata de “un premio al trabajo de todos estos años, pero no sólo de los que estamos ahora, sino de los que han construido la historia de Radio 3 y han abierto el camino incluso a los que vendrán”. Frente a esta declaración generosa y de carácter institucional se sitúan las del director adjunto, Diego A. Manrique.
Manrique primero comenta como se trata de “un empujón para los que venimos haciendo Radio 3 y para mantener ese compromiso al menos para los próximos treinta años”. Luego lanza un guiño a “la generación que ahora está en el poder”, pues aseguró que éste es “su reconocimiento ya que se formaron musical y culturalmente en los brazos de Radio 3”. Unas palabras que permiten diversas (y polémicas) lecturas, unas positivas y otras abren la puerta a la difícil relación entre poder ejecutivo y medios públicos.
Pero en la presentación de El Ambigú del tres de marzo, Manrique saldó cuentas pendientes arremetiendo contra los detractores de la cadena. Intuyo que es la respuesta a quienes criticaron la gestión de la nueva dirección antes incluso de que se estrenara la programación de la temporada 2008/2009 (aquel artículo de Isabel Gallo en El País que levantó ampollas). En todo caso, prefiero este conato de revanchismo que una actitud apática:
“Estamos en Radio 3 con el subidón por la Medalla de Oro del Mérito en las Bellas Artes. Son muy gratificantes los reconocimientos especialmente si vienen de lugares no habituales. Aparte de los aplausos y las felicitaciones estas ocasiones sirven para detectar los silencios, las envidias, los saboteadores que piensan que esta emisora no tendría que funcionar. Pues va a funcionar y va a hacerlo con el esfuerzo de mucha gente y con el entusiasmo de los que están al otro lado”.
Palabras pronunciadas (¿casualidad?) durante el día de huelga en RTVE, que se saldó en Radio 3 con unos servicios mínimos en forma de refritos, repeticiones y escuetas locuciones en directo. Por cierto, cuando Manrique hace referencia a “reconocimientos provenientes de lugares no habituales” como es una institución pública, habría que recordar sus recientes críticas con respecto a la concesión del Premio Nacional de Músicas Actuales, en su primera edición, a Joan Manuel Serrat. No porque discuta la talla del catalán sino por el escaso atrevimiento de un premio que pretende reconocer la labor de valores de la música contemporánea popular y lo hace amparándose en el mínimo común múltiplo.
No es el único de esa opinión entre la gente de Radio 3. El vehemente Ramón Trecet, que salió de la emisora en 2009 (¿un caso de mobbing?) tras varias décadas formando parte de ésta, también hizo referencia a los ”sinsabores del ninguneo institucional” en su aportación a “Radio 3: 20 años. Una crónica de la cultura Pop en España” (un libro –más bien una chapuza asimétrica– de la Editorial Máscara compuesto por capítulos breves firmados por los locutores y locutoras de Radio 3 de finales de los noventa).
Pero hay más felicitaciones, Rosa Navalón recopiló la de músicos como el cantaor Enrique Morente («Radio 3 apoya la imaginación, la libertad de expresión y la defensa de los músicos y la cultura«) o el gallego Iván Ferreiro, que ve en Radio 3 “la única emisora que se ha preocupado por las novedades y la cultura de una manera global y es un ejemplo de lo que debería sonar en las radios a nivel de diversidad y calidad«. Como bien dice Lara López, “se limita a cumplir con su deber como radio pública”. Y la última palabra, de nuevo, para Manrique que, en junio de 2009, explicaba así la influencia de la emisora pública:
”Radio 3 goza de un respeto máximo en el mundo radiofónico en general, manifestado en los abundantes premios, en la imitación de muchos de sus programas o el fichaje de sus profesionales. Se sabe que, en términos cuantitativos, es una emisora minoritaria pero resulta indudable su capacidad para generar opinión, para lanzar tendencias y para legitimar fenómenos”.
Juan de Pablos, ese chico triste y solitario
Una definición que, aseguran quienes le conocieron, no correspondía a Antonio Vega -pese a ser el título de un disco homenaje– y que tampoco se puede aplicar a De Pablos pese a las apariencias (y las declaraciones que leerás en próximos párrafos), baste recordar aquella nochevieja desatada en la que capitaneó un programa en directo. Antes de hincar el diente al extremeño, hagamos memoria.
El ya citado Diego A. Manrique vió reconocida su trayectoria al frente del El Ambigú con un Premio Ondas en 2001 (recibido “con sorpresa, porque siempre tienden a premiar a radiofórmulas, y con alegría, a caballo regalado no le mires el diente”, explicó a Juanfran Molina) y, un año antes, con un Premio de la Música. Sin embargo, la opinión del periodista acerca de estos galardones no es favorable:
“La Academia, al depender de un organismo que recauda, tiene una devoción extrema por los grandes recaudadores. No creo que ninguno de los votantes se ponga en su casa a Bisbal, pero genera ingresos. Está claro que no es la excelencia artística lo que prima».
Así se lo expuso a Jesús M. Marcos, del diario Público, que también recabó en su artículo la opinión de Juan Cervera, director de redacción de la revista Rockdelux, publicación también protagonista de este post: “En los Brit Awards o los Grammy tratan el pop y el rock de forma mucho más seria en todos los niveles”. En 2007 fue la propia Radio 3 quien ganó el Premio a la Comunicación en esta misma ceremonia, hecho que Marcos señala como “curioso ya que pocos artistas galardonados en los Premios de la Música son habituales de los programas de esta emisora pública”. ¿Paradoja incoherente o fomento de la diversidad musical?
Un internauta habitual del blog El Mundano hurga en la herida cuando se lamenta de que “desapareciera el Premio al Mejor Programa de Radio pero luego den premios (honoríficos) a la Comunicación primero a José Miguel López de Discópolis, luego a toda Radio 3 en 2007 y, ahora, a la Difusión de la Música a Juan de Pablos. (…) No entiendo como personas que me parecen tan sólidas y que aman tanto la radio como estas, estén conformes con unos premios sucedáneos que más parecen de consolación”. La reducción del número de categorías es una tendencia para hacer más digeribles las ceremonias aún en detrimento de la credibilidad de los premios.
El hecho es que, de nuevo, los Premios de la Música reconocen a un profesional de la radio pública. Se trata de un veterano cuya labor al frente de Flor de Pasión está jalonada de reconocimientos y que cuenta con unos fans que destacan por inquebrantable fidelidad. Incluso ha resistido a una etapa arrinconado en la madrugada. Pero, para entonces (hace un par de temporadas), el programa y su presentador ya eran toda una institución. Alaska, la presentadora de la ceremonia -más tarde haremos referencia a la gala de entrega-, fue quien asumió la responsabilidad de presentar al homenajeado contando como:
«En un mundo en el que no había Spotify y no podías hacerte tu propia radio a la carta lo que, como adolescentes, descubrimos en determinadas emisoras como aquella Onda 2 de nuestro Jorge De Antón o luego Radio 3, es que había personas dedicadas en cuerpo y alma a compartir sus preferencias, con su estilo, personas que transmitían lo que les gustaba. La tecnología nos ayuda mucho pero nunca se podrá reemplazar a una persona como Juan de Pablos».
Pese a que este sexagenario sigue en activo y en razonable buena forma, su nombre trae a la memoria aquellos no tan lejanos tiempos pre-mp3 (e, incluso pre-cd) que retrataba la mexicana en su presentación. Precisamente el vídeo que precedió la entrada en el escenario de Juan de Pablos se internaba en su santuario, donde reina su colección de vinilos y su cabina de pinchadiscos. Tras recoger el premio, y sin dar tiempo a que acabase la ovación, el extremeño pronunció un discurso de agradecimiento fiel a su estilo que combinó lo amable y lo extravagante, la vitalidad y el pesimismo, la pasión y el ensimismamiento:
”Es una especie de sueño, me ha ayudado tantísima gente que no recuerdo los nombres. He ido en volandas gracias a personas que ya no están con nosotros como Tomás Martín Blanco, Ángel Álvarez o Jorge de Antón, que me dieron una oportunidad en momentos especiales de mi vida en los que estaba en la cuerda floja y podía haber caído sin remedio. También Carlos Tena o Fernando Argenta, que me permitió estar en Radio 3 y ahí continúo por suerte. He visto hoy a Adrián Vogel, de los tiempos que empezábamos en las FM, como Popular FM, allá por 1971”.
El locutor extremeño remató sus palabras, en un arrebato casi místico, con un “Estoy en un sueño, ¡Viva el Pop!”. Algunas aclaraciones con respecto a las personas citadas: A Álvarez (La Voz de Madrid, R. Peninsular, RNE, SER, M80), responsable del ya mítico Vuelo 605, lo considera su maestro. Con Vogel coincidió en Popular FM, Onda 2 y RNE, donde también se cruzó con Tenaen el programa Para vosotros, Jóvenes además de en Popular FM y TVE. Otro de los citados, Martín Blanco (directivo de SER y uno de los creadores de Los 40 Principales), fue, en la década de los sesenta, director de El Gran Musical, programa en el que debutó De Pablos. Con De Antón coincidió cuando éste era jefe de programas musicales de Radio España y Onda 2. Por último, Fernando Argenta, cuyos últimos trabajos en RTVE fueron Clásicos Populares y El Conciertazo, reclutó al extremeño en su etapa como director de Radio 3.
Un simpapeles con vinilos en el petate
Me explico: Simpapeles porque se jacta de no usar guión alguno (era sólo un recurso estilístico, ningún ser humano merece ese apelativo). Pero veamos el camino que desembocó en el De Pablos actual. Para ello acudo a dos entrevistas realizadas por Marta Caballero y Rebeca Fernández (Elcultural.es y Público respectivamente), que nos servirán para ahondar en el pesimismo existencial de este cruce entre Buster Keaton y Woody Allen (“Tienes que moverte porque, si no, caes en un estado catatónico, en un infierno personal, que es lo que hay que esquivar”). Esa postura vital que se adivina en su mirada lánguida y su voz cansada -aunque capaz de destellos, como el olmo de Machado- también asoma en sus palabras:
”Estoy sorprendido con el el premio. Siempre he llevado una vida oculta y no me gustan mucho los relumbrones. Pero es un premio que ha venido oportunamente, creo. (…) Me siento un poco anonadado porque a estas alturas ya no esperaba nada y me llena de orgullo. Soy un corredor de fondo, se trata de la perseverancia, y siempre he tratado de no llamar mucho la atención”.
Timidez, humildad y algo más allá como bien muestran los titulares escogidos por Caballero (“Toda mi vida se ha reducido a cabalgar sobre las canciones”) y Fernández (“La radio justifica cada uno de mis días”). El propio locutor cuenta sus inicios en el periodismo musical:
“Escuchaba mucho la radio musical en Cáceres, siempre estaba puesta en casa. Era un buen momento de la canción española, así que oía a Juanito Valderrama y a Antonio Molina. Todavía me acuerdo de cómo me emocioné cuando me dedicaron por la radio “Su primera comunión”. Pero el cambio vino con la música anglosajona, cuando en el 58 empiezo a oír a cantantes como Paul Anka con el tema “Diana”, que fue electrizante para mí, que me cambió la vida. Cambié el fútbol como válvula de escape por las canciones. (…) Empecé a estar pendiente de los discos, y me suponía un punto de excitación que no había encontrado hasta entonces”.
”Me acuerdo de la dependencia que tenía con Ángel Álvarez, no me perdía nunca Vuelo 605, era un ritual y una liberación, y dije, voy a ser como él y tener ese influjo, porque yo necesitaba esa música y esos descubrimientos que me hacía. Aquello era magia y es lo que siempre he tratado de conseguir. A mí la locución es una vocación que me llegó un tanto tardía, porque yo lo que quería era programar discos, no tener que hablar porque siempre me da mucha vergüenza, es como hacer los exámenes orales… y al final me he condenado a hacerlo todos los días. Es un desafío diario, un pulso que hay que mantener, es muy vital. Ahora tengo un hambre de micro tremenda, es mi mayor desahogo y una adicción”.
“En septiembre del 68 me dieron la oportunidad de ser jurado del Gran Musical, el de los domingos, un programa que me encantaba porque era muy inspirador. Me reclutaron como asesor. La primera vez, me dieron un microespacio de cinco minutos. Estaba allí con Carmina Pérez del Ama, una locutora que entonces estaba en la cima de su carrera y yo estaba sobrecogido. Puse una canción de los Birds, otra de los Hollies y también “My back pages” de Dylan. Me emocioné mucho, porque era en el estudio grande de la Gran Vía y aquello colmaba mis aspiraciones. Estaba muy nervioso, pero como había que sujetarse a guión y entonces no se me daba improvisar, me agarré a esa apoyatura”.
Tres años antes el extremeño se había mudado a Madrid con el loable fin de convertirse en ingeniero agrónomo… hasta que Radio Madrid se cruzó en su vida. De encargarse de seleccionar los contenidos musicales pasó a locutar en una sección del citado El Gran Musical. El siguiente soporte en el que probó a compartir su entusiasmo por la música fueron los medios escritos.
Con el cambio de década se mudó de banda (de la AM a la FM) y de emisora. En la Popular FM de los setenta coincidió, entre otros muchos, con Juan Claudio Cifuentes -aka Cifu- o Julio Ruiz (no confundir con Julián), ambos actualmente en Radio 3, el primero como especialista en jazz y el segundo apadrinando el indie patrio. De Pablos –“uno de los jovencitos progres de la revista de El Gran Musical”, en palabras de Antonio Gómez– forjó su personal estilo en la FM de la COPE con el espacio Ozono, título que tomó de la canción de country-rock “Perdido en el ozono” que “me gustaba mucho en aquella época”. Así lo recuerda el propio protagonista:
“Popular FM, en la que empecé en 1972, fue una salvación para mí, todos los programas me gustaban. La emisora estaba entonces en la calle Juan Bravo y yo iba mucho, porque vivía al lado. Empecé a hacer suplencias y me iba de forma improvisada, como un kamikaze”.
De nuevo el cambio de década significó un paso adelante en su trayectoria con el desembarco en Onda 2 (parte de Radio España), emisora considerada como el altavoz de La Movida Madrileña. Fue entonces cuando De Pablos parió Flor de Pasión, programa que inspiró -cuenta la leyenda- a oyentes como los hermanos Urquijo a montar su primera banda (paso previo a la formación de Los Secretos) o parte de la banda sonora de “Entre tinieblas” al cineasta Pedro Almodóvar.
Esa interesante pero efímera propuesta que fue Radio El País apostó por Juan de Pablos en sus inicios. Tan solo una temporada más tarde -la 1983/84- abandona las madrugadas de la emisora madrileña. Tras radio y papel, probó con la televisión de la mano de Carlos Tena, un agitador –ahora cubano de adopción- que le vistió de Sancho Panza, todo un reto para un tímido enfermizo entregado a la supercompensación. Su relación con RTVE fue más allá de Auambabulubabalambambú pues en 1987 Fernando Argenta (por entonces, director de Radio 3) hizo hueco en la parrilla a su Flor de Pasión. Ah, durante una época simultaneó Radio 3 con la recientemente creada Extremadura Radio –la cadena autonómica de su tierra- recuperando su Ozono para la ocasión con la intención de ofrecer “música para respirar y canciones bonitas”.
Radio musical con sello personal
Juan de Pablos tiene claro que “sería imposible hacer mi programa en otra emisora que no fuera Radio 3, de eso estoy completamente seguro, es el último reducto”. Y aunque ha retomado un horario más accesible en la programación López/Manrique el reconocimiento no parece mutuo, al menos así lo demuestra el servicio de podcast de la cadena. Ahora que, por fin, RTVE disfruta de un site que no produce sonrojo, el programa más reciente de Flor de Pasión disponible data de noviembre de 2009. Y no es el único caso.
Un hecho que choca frontalmente con las palabras del interesado: “Para la radio convencional, Internet ha sido una bendición porque permite tener la radio a la carta”. Ahora imaginemos que una persona, que hasta la fecha nunca se había animado a escuchar Radio 3 o no conocía a De Pablos, lo quiere hacer empujado por el eco mediático del Premio, ¿es esta la mejor forma de captar un nuevo o nueva oyente? Pero volvamos al otro lado, el del emisor (una distinción que, lentamente, se va difuminando), y es que cuando el extremeño agradeció el galardón, quedó claro que no iba con ningún discurso cerrado, es decir, tal y como afronta cada día su programa:
”Lo fío todo a la improvisación. Al principio, cogía los discos y salía corriendo a la emisora. Esa era y es la felicidad, poner lo que te pide el cuerpo en cada momento. Seleccionar canciones bonitas es lo que me lanza. Ese es el sistema, lanzar la canción al vuelo. Había programas a los que llegaba sin discos, con el minuto pegado, y tiraba con cosas que había allí. A lo que he aspirado a ir cabalgando en las canciones. Hoy por hoy siempre me llevo los discos, porque ahora hay control de contenidos en Radio Nacional. Pero con ellos, entras y tienes el efecto seguro, es como si los discos me tiraran de la lengua”.
Cuando el resultado de esa forma de trabajar da resultados de calidad, perfecto. El problema es cuando sucede lo contrario y se trata de la radio pública (es decir, financiada con dinero procedente de la ciudadanía). Pero, claro, el concepto calidad es diferente para cada persona. En todo caso, hay y ha habido ejemplos en la cadena de profesionales -entrecomíllese esta última palabra si se prefiere- realmente abochornantes. Y la falta de medios no sirve como excusa. Tampoco la radio de guión –que cuenta en el ex-director de Radio 3 Federico Volpini a su máximo valedor- es la panacea: Puede resultar rígida y plumbea al menor discuido (no digo que sea el caso de Volpini).
A Juan de Pablos le ayuda su larga trayectoria y cultura musical. Eso, y que lo suyo es radio de autor con todas las consecuencias. Pero es cierto que o se le aborrece desde el desconcierto o se le adora. Y para quien lo escucha por primera vez, es de digesión compleja. Está claro que De Pablos transita por este mundo con una cadencia propia. La diversidad (estética, ideológica, en el fondo y en la forma) es buena y, en el caso de los medios públicos, una obligación. Y el extremeño forma parte del abanico.
No salimos de un engorroso amago de ensayo para meter media pierna en otro con la definición que propone Marta Caballero para Flor de Pasión, “uno de los programas radiofónicos más veteranos de un país en el que lo bueno tiende a no permanecer”. Pero esta vez no caeré en la tentación de enredarme al igual que De Pablos se va por peteneras –quizá porque no hay contestación posible- cuando Caballero interroga al locutor acerca de “su forma de hacer radio en la que destacan sus suspiros y sus risas socarronas, el tono intimista, casi de confesión de tintes dramáticos, o esa dicción a micrófono desnudo”. Javier Gallego (ex-SER, ex-M80 y actualmente en Radio 3) sí que se atreve:
«Arropa con su voz tibia, crujiente, sus silencios y carraspeos, sus ‘mmmmm’ de placer tras pinchar una buena canción, esa risita tímida y su cadencia tranquila e íntima de locutor que sólo te habla a ti»
No es fácil explicar la génesis del estilo de un comunicador y menos para el propio interesado. Éste suele ser producto de una forma de ser, una etapa vital, un cierto entorno, una formación, unos vicios y virtudes, unas exigencias empresariales,… Ah, curiosa la técnica de locución bautizada por nuestro protagonista como ”Alta Fidelidad”, consistente en quitar la funda de gomaespuma al micrófono. En cuanto a la radio actual, ahí sí que Rebeca Fernández logra que De Pablos se moje:
“La radio que se hace ahora mismo en España está desdibujada. (…) Pero ahora existe la radio universal. La Red es infinita y se hacen programas deliciosos y sin tener que depender de nada, eso sí que es la panacea. Es algo muy constructivo e inspirador. Creo que hay amor por lo que se hace y donde no hay publicidad, resplandece la verdad, que era uno de los lemas que aparecía en La Codorniz”.
Sólo un par de anotaciones acerca de estas palabras. Por un lado, cuando De Pablos habla de publicidad no se refiere sólo a las cuñas tradicionales sino a las radio-fórmulas permeables a construir sus hot clock a partir de los intereses de las discográficas y sus lanzamientos de turno. Por otro, olvida que la radio pública puede que no sufra los imperativos de los anunciantes pero sí, por ejemplo, presiones políticas.
Coincido en que la radio pública –a nivel estatal, autonómico o local- es imprescindible (si cumple su papel). Y no sólo cadenas de información y servicio público, también es importante la existencia de emisoras culturales eminentemente musicales como Radio 3 o Radio Clásica (y alguna más a nivel autonómico). Pero de ahí a invalidar la aportación de las cadenas musicales comerciales -pese a las hipotecas que permiten su viabilidad- hay un abismo.
Una ceremonia del montón
El madrileño Teatro Calderón -rebautizado con el nombre de una marca de helados- acogió la decimoquinta edición de los Premios de la Música. Sobre su escenario la Academia del gremio reconoció públicamente la labor divulgadora del protagonista del post.
No fue la única cara relacionada con la radio de una velada rutinaria y escasa de ilusión. Fernando Argenta (citado en el discurso de agradecimiento de Juan de Pablos) entregó un premio al igual que otro ex–Radio 3, Fernando Trueba, director, productor musical pero también, hace unos años, co-presentador de Manteca, espacio de jazz latino. Si Trueba entregó uno de los Premios de Honor a Bebo Valdés, Justo Molinero (el ideólogo y cabeza visible de la catalana Radio Tele Taxi) hizo entrega del otro a Peret, no menos grande que el pianista cubano. El tercer nombre venerable de la gala fue el de Juan de Pablos, a quien el premio “sirve de estímulo y me hace pensar que voy a estar mucho tiempo más haciendo radio, que es mi pasión”. No puedo imaginar una frase mejor para rematar este post, bueno, sí, hay una, la que usa al final de cada programa, al ritmo de Celentano, el propio De Pablos para despedirse de la audiencia y con la que reparte saludos, besos, ánimos, buenos deseos y suerte:
“Forza, saluti a tutti, bacioni, auguri, in bocca al lupo, arrivederci e a presto pino”.
Autor/ David Alcácer
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